Por Jorge Reyes Vivanvo
Ad portas de unas nuevas elecciones podemos observar la presentación de muchas candidaturas parlamentarias del más diverso signo. Entre estas llama la atención numerosas candidaturas de personas que presentan su postulación como cristianos o evangélicos y las que ellos mismos señalan como una reacción a la “ideología de género” o a la reciente “deriva moral” referida a los últimos cambios legislativos importantes de nuestro país y que serían: la ley que establece medidas contra la discriminación más conocida como Ley Zamudio, acuerdo de unión civil, principalmente aborto en tres causales y a futuro un proyecto de matrimonio homosexual que incluya derechos filiativos o sobre los hijos y la posibilidad de adoptar.
Frente a este giro liberal de la agenda la reacción ha sido casi visceral. Se han observados manifestaciones de repudio hacia las autoridades políticas por este sector en cada ocasión en que han coincidido en algún acto público.
De la reacción se ha pasado a la acción y se ha iniciado un movimiento para configurar una bancada evangélica o cristiana, según como quiera denominársele, que defienda sus concepciones morales desde el Congreso y en el futuro logre retrotraer estos cambios legislativos recientes.
¿Es esto posible? ¿Podríamos estar ante un escenario a futuro en que sectores conservadores hagan retroceder los avances en materia de derechos fundamentales recientemente logrados?
Realizaré un breve análisis de algunos factores que podrían llevar a un escenario como ese y otros que lo impedirían.
Primero algunos elementos que posibilitarían un escenario así:
Factor demográfico: Son el 16% de la población según datos del censo de 2012, un 18% tal vez si tratamos de ajustar las cifras hoy en día y el grupo religioso de más rápido crecimiento y dada la importancia que dan al elemento religioso en su día a día es más factible un escenario de “salir a votar en masa” por candidatos de tal o cual partido o presentar a los propios.
Factor trascendencia: la importancia y magnitud de los últimos avances legislativos, en un país bastante conservador como el nuestro han operado como un detonante de la reacción de estos sectores, para los sectores más exaltados estamos ante un verdadera debacle moral y valórica del país que ellos deben detener.
Factor de equilibrio de fuerzas del escenario político nacional: los partidos chilenos agrupados en dos grandes bloques con fuerzas similares a nivel nacional hacen posible un escenario donde un grupo pequeño relativamente del electorado, pero con gran cohesión y disciplina de voto haga la función que se denomina de partido pivote, desequilibrando decisivamente las elecciones en favor de un sector, en este caso los partidos más conservadores.
Elementos que dificultarían un escenario como este:
Factor dispersión: estructuralmente no existe una jerarquía única dentro de las iglesias evangélicas que pueda vertebrar un proyecto de esa naturaleza a nivel nacional con la suficiente efectividad para producir un resultado que sea electoralmente relevante en la política nacional. La autonomía de cada iglesia, la existencia de muchas ramas diversas, todas independientes unas de otras e incluso posibles escenarios de luchas de poder interno pueden hacer inviable un proyecto de esa naturaleza.
Factor tiempo: es muy poco lo que queda antes de las próximas elecciones para poder realizar grandes maniobras que produzcan resultados en las siguientes elecciones, es más factible que estemos ante unas elecciones con resultados típicos de nuestra política nacional, considerando esto me arriesgaría a predecir que salvo 1 o 2 candidaturas puntuales no debería dar resultado.
A mediano y largo plazo el escenario puede ser radicalmente diferente según nos encontremos ante qué tipo de agenda legislativa del próximo gobierno.
Si el siguiente gobierno resulta ser de un signo más conservador todo intento de desmonte de los avances legislativos actuales se llevará a cabo desde el nivel central a nivel de presidente de la Republica y Congreso, en la medida que puedan llegar a un consenso interno.
Los sectores más religiosos posiblemente sufrirían un proceso de degaste por el propio hecho de integrarse en las estructuras de partidos políticos tradicionales y no estructurarían un movimiento político o partido propio independiente que pudiera ser más radical en sus exigencias.
Por el contrario, si el próximo gobierno profundiza los avances legislativos en materia de derechos fundamentales (la denominada agenda valórica) la reacción, valga la acepción más histórica de la palabra, se profundizará y es posible que llegue a estructurarse un partido evangélico que actué en la política nacional.
El desarrollo de un partido de ese carácter, unido a la derecha tradicional del país representaría un peligro serio para avanzar y mantener los avances legislativos que puedan llevar a nuestro país a tener una legislación equiparable a las democracias más avanzadas y plenas del mundo.
El éxito que pudiera tener un partido de esta naturaleza a corto plazo me parece que sería muy acotado. La población más joven y los sectores más educados han demostrado que se han ido progresivamente haciendo más liberales y tolerantes, pero no podemos descartar un giro conservador a largo plazo de la política nacional impulsado por otro factor que se ha ido instalando fuertemente: la inmigración y su asociación en el imaginario nacional con la delincuencia.
En esta materia el problema principal son ideas muy extendidas de rechazo al inmigrante afrodescendiente o indígena, con connotaciones claramente racistas.
Las políticas antinmigración son una herramienta fácil del populismo conservador que tienen amplia acogida en sectores populares y en personas con poca calificación laboral que creen que podría peligrar sus puestos de trabajo o que identifican al inmigrante pobre como un delincuente a raíz de una cobertura muy sesgada de los medios de comunicación.
Me parece que el escenario se presenta difícil para el país. Podríamos estar ante un nuevo resurgimiento conservador y reaccionario. El miedo utilizado como instrumento comercial por los medios de comunicación y la poca educación en materia cívica podría conducir al país en un mediana plazo a la reversión de las modestas conquistas en materia de derecho fundamentales. Frente a un escenario de esa naturaleza se hace más necesario que nunca una labor educativa que pueda contrarrestar los efectos de este nuevo oscurantismo.