Sobre la visita del Papa

Por Gustavo Muñoz

En el contexto actual podemos apreciar un sinfín de problemáticas presente en un Chile convulsionado y dividido, como lo ha sido a lo largo de toda su historia. Un país que presenta una desigualdad abismante, un pueblo descontento y una clase política inoperante, son algunos de los “pequeños” problemas presentes y que, al parecer, a la gente encargada de representarnos y buscar solución paras dichas problemáticas no parece importarle. No importa solucionar definitivamente la situación en la Araucanía, tampoco parece importar las jubilaciones miserables que reciben miles de chilenos, no importa tampoco la pobreza que asola a un gran sector de la población, al parecer para todo esto no hay remedio o “se está trabajando para ello”.

Sin embargo, un país con tanto por hacer y con su gente expuesta a tanta necesidad como el nuestro, al parecer ya encontró la solución a todos los problemas mencionados y a muchos más. La solución es una, la cual tiene nombre y apellido: Jorge Mario Bergoglio, el santo padre. Hace un par de semanas se realizó el gran anuncio de la visita de su santidad el papa a suelo chileno, lo cual ha sido recibido por un sector de la población con mucha algarabía, despertando sentimientos de amor y esperanza entre ellos, un sentimiento natural y entendible pensando en aquellos que profesan la fe y son devotos de la iglesia católica, fieles que han esperado toda su vida por poder vivir un encuentro como este, o como otros ya mayores, poder vivirlo por segunda vez.

Como mencionaba anteriormente, la reacción que despierta en aquellos pertenecientes a la religión católica es muy válida y, considero, debe ser respetada ya que representa la espiritualidad de estas personas y forma parte de un derecho fundamental como lo es la libertad de culto. El cuestionamiento a la visita de este llamado representante de dios es el siguiente ¿Será necesario desembolsar una suma de dinero tan ridículamente impresionante? ¿No existe un mejor destino para esos fondos? ¿El pueblo chileno de verdad espera su visita?

Si bien se supone que los fondos que financiarán la estadía de tres días del papa en Chile serán aportados por los miles de fieles y seguidores de la iglesia, no podemos pasar por alto que de alguna u otra manera el Estado también deberá correr con gastos de aquella magna visita. La implementación para realizar las concentraciones, el colocar una dotación de las policías (la que de seguro será enorme) a disposición de la comitiva proveniente del Vaticano obviamente significará un gasto no menor y que para muchos no tiene lugar en un Chile supuestamente laico y apartado de la Iglesia, por lo cual no debería tener injerencia lo que dictamine su santidad. El disgusto crece aún más al ver y al entrar en conocimiento de la situación económica que desde siempre ha ostentado la Iglesia Católica, que tiene directa relación con su vinculación al poder desde tiempos inmemorables. No estamos aquí frente a un grupúsculo de misioneros austeros, que viven con lo mínimo, despojados de toda riqueza y de todo bien material, personas que solo tiene como objetivo llevar ayuda y la palabra a los más desposeídos. Por el contrario, frente a nosotros tenemos una institución forjada por siglos en base al poder económico, liderada por la representación de dios en la tierra, un hombre, adornado con atuendos bordados con hilos de oro y alhajas dignas de un rey. Entonces ¿por qué los fieles y el Estado deben solventar la visita de un personaje tan pudiente? Al parecer es de esas preguntas que uno sabe no obtendrá una respuesta satisfactoria.

 

Otra interrogante que queda en el viento es ¿Cuál será la función de su visita? No es descabellado pensar que quizás viene a poner en regla a todos aquellos miembros de la Iglesia presentes en el contexto nacional, que se desviaron del camino del señor y que han abusado horriblemente de menores por décadas. Tal vez venga y se ponga la mano en el bolsillo donando grandes cantidades de dinero a los grupos más necesitados. Puede ser posible también que venga a ordenar a los miembros de la Iglesia salir definitivamente de la comodidad y confort al que se han acostumbrado y servir efectivamente a la gente más desposeída. O tal vez venga solo a posar para lindas postales y a dar bellos discursos, haciendo uso de una retórica impecable, no dando soluciones reales para la gente que pasara horas bajo el sol esperando por verlo, aunque sea a unos cientos de metros, pero dejándoles una linda sensación de lo afortunados que fueron en ver a su santidad hablando de la paz, austeridad, solidaridad y obviamente, el amor al prójimo.

El eslogan designado para la campaña que está preparando el arribo del sumo pontífice ha sido “Papa Francisco, yo lo invito”, tratando de formar un ambiente casi familiar entre los feligreses y el papa, dándole a entender que será recibido como visita ilustre, prácticamente por todo un pueblo. Sin embargo, ha quedado demostrado en los últimos días y en el transcurso de los últimos años y en razón de los acontecimientos acaecidos, que aquella invitación es cada vez más acotada, que cada vez hay más gente cuestionando su paso por nuestro país por la razones antes mencionadas y por muchas más, y por sobre todo que un gran segmento de la población se cansó de agachar la cabeza y decir amén al unísono.