Por Miguel Carrasco.
Al ver la pintura de Frida Kahlo, denominada “El abrazo de amor de El Universo, la tierra” (1949) podemos apreciar la dualidad e hibridez de la que nos componemos los latinoamericanos, en el lado izquierdo vemos lo negro, en contraposició
n, al costado derecho de la imagen está lo blanco. En el lado izquierdo (negro) vemos una vegetación vencida, las grietas y la desolación; mientras que en el lado derecho (blanco) aparece la luz, el sol, la abundancia y la vida. Podemos distinguir cómo una madre se hace cargo de la hibridez que compone lo humano y a su vez lo divino, esto último representado por la naturaleza. (Ver fig 1)
Desde sus inicios América ha luchado por mantener esta hibridez, nuestra esencia de mulatos. Sin embargo, debemos reconocer que en la dualidad descrita ha prevalecido hegemónicamente el lado derecho de la pintura, lo blanco.
A medida que transcurre la historia, Europa se convence en que hay pueblos superiores y otros inferiores. Incluso en la Política de Aristóteles aparece la distinción entre quienes han nacido amos y quienes han nacido esclavos. Obligando a dos posiciones entregadas a lo negro, lo inferior y esclavos, (roles entregados a la fuerza por la cultura hegemónica); uno, se someten por su propia voluntad o dos, serán sometidos a la fuerza. ¿A qué conlleva esta práctica hegemónica?
No reconoce individualidades humanas que se pueden colocar en el mismo plano de la cultura que se impone. Llevándolo a nuestro contexto étnico podemos apreciar enunciados como: Los mapuches son flojos, no piensan, son borrachos, etc. Práctica cultural que determina la denominada negación del otro. Ejemplo de ello es que en todas las oportunidades que apareció el indígena en la historia en ninguna habló él. El discurso era manipulado; en los campos de la sociología, artes y literatura fue donde dio mejores batallas. Por esta razón es necesario analizar la pintura y la literatura, en ellas descansa la resistencia. Mientras la cultura fija fronteras en la literatura y el arte están las fugas, aquellos relatos que las lenguas menores poseen, para nuestros pueblos originarios relatos con un significado cosmogónico, el cual debe luchar contra el relato blanco, la modernidad y el avance.
En la pintura denominada “American Progress” de John Gast (1872) se manifiesta uno de los tópicos que hasta nuestros días permean la cultura: la civilización y la barbarie. En ella apreciamos a una diosa incandescente (nuevamente el blanco) que levita por las alturas, en sus manos porta un libro que se titula “School book”, mientras que en su otra mano mantiene los cables del alumbrado público o del telegrama. En oposición a lo anterior, tenemos a los indígenas y animales, en la parte inferior, siendo despojados y expulsados del terruño, arrancando del ferrocarril y de los blancos. La misión Europea en el proceso de colonialización fue demarcar las fronteras semióticas, enunciando que ellos traen el avance, relatos que fueron materializados a lo largo de la historia, fundamentalmente “Los civilizados tienen derecho a emprender contra los bárbaros”. (Ver fig 2)
Juan Bautista Alberdi, político y jurista, creador de la Constitución Argentina de 1853 comenta en uno de sus libros lo siguiente: “Es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona. Ella está identificada al vapor, al comercio, a la libertad, y nos será imposible radicar estas cosas entre nosotros sin la cooperación activa de esta raza de progreso y de civilización”. Lo anterior se fija en el marco de los derechos de tierra de los pueblos originarios de Argentina, estos enunciados emanados por intelectuales fueron respaldando la tesis Europea, la cual decanta en la denominada “Conquista del desierto” de nuestros hermanos Argentinos, que a la larga deviene en el exterminio de los indígenas. Incluso en la actualidad tenemos prácticas culturales hegemónicas que nacen en el mismo Alberdi, “el idioma inglés, como idioma de la libertad, de la industria y del orden debe ser obligatorio: No debiera darse diploma ni título universitario al joven que no lo hable y escriba”, en las Universidades de la Araucanía, zona geográfica donde está la mayor cantidad de población de descendiente del pueblo mapuche gastan millones en institutos de lenguas que potencian el eurocentrismo, haciendo poco y nada siquiera con el afán de que resista la lengua menor, contradicción brutal considerando que en la lengua encontramos la cultura, la forma de vivir y de conocer al otro.
En 1844 el entonces futuro presidente de la República Argentina Domingo Faustino Sarmiento comenta en una carta lo siguiente con respecto a los indígenas: “Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”. Las resientes naciones latinoamericanas se prepararon para el exterminio, desde un inicio lo planearon así, incluso atentando (como lo enuncia Sarmiento) con la vida de los niños, todo en un afán “civilizador”.
Personajes influyentes, embestidos de importantes cargos constituyen la ideología inicial de los estados latinoamericanos, el exterminio en contra del otro, del que piensa distinto. Por otro lado, tenemos en éste mismo tiempo histórico lo que denominan el “pensamiento disidente”, antes de exponerlo me parece desde lo etimológico mucho más civilizado el discurso emanado por el filósofo chileno Francisco Bilbao quien “reconoce que en Arauco está la salvación”, si bien su posición es muy progresista, cuando les reconoce un lugar a los indígenas en la conformación de las naciones americanas, su gesto no deja de ser la descripción de un procedimiento de inclusión en un supuesto orden social maduro de aquello que aún no sería plenamente civilizado. Estas ideas, por supuesto otras más, hicieron que Bilbao sea perseguido y expulsado a temprana edad de Chile, su discurso contradecía la norma eurocéntrica.
Como se menciona en párrafos anteriores, en la literatura descansan las lenguas menores, aquellas de los acallados, para esto es necesario analizar qué contiene ésta. Por un lado, tenemos la novela de Alberto Blest Gana titulada “Mariluan”, en la cual se nos presenta el indígena bueno y el malo, donde su personaje Fermín Mariluan es un araucano, el cual abandona su comunidad para convertirse en militar. En el texto lo describen como “obediente, leal; en tanto al salvaje: la crueldad, la traición. No puede haber un mensaje más claro de lo que se persigue como ideal, la adscripción al héroe civilizado”. Haciendo desaparecer al rebelde de la memoria de Mariluan, controlando su esencia cultural, para asimilarlo. La verdadera barbarie no está en la sociedad araucana, por mucho que los personajes llamen a la Araucanía “madriguera de salvajes” o “tierras de salvajes”. Está en un lugar inconcebible en los relatos y mentes de Saavedra, de Barros Arana o en la de Roca.
En el campo literario es Quilapán, penúltimo relato de Sub-Sole, publicado por Baldomero Lillo en 1907. El sobreviviente de la “hermosa conquista” de la Araucanía no se lamenta ni pide piedad. No maldice ni insulta. Lucha y muere en silencio, pero su gesto postrero de morir, pareciendo asirse de la tierra en una desesperada toma de posesión. Se humaniza al personaje, en este caso al indígena, no se le invisibiliza. El relato comienza con Quilapán recostado, con su cara entre las manos contemplando su tierra, su pequeña tierra que se había salvado del patrón, analizando las que ya le había despojado.
La contradicción se hace presente en el tópico de civilización y barbarie, mientras algunos se adjudican el discurso “blanco” del progreso y el avance, cometen matanzas, exterminios y torturas. Para continuar con lo antes mencionado, me parece imprescindible visualizar la pintura de Diego Rivera, la cual se encuentra en el Congreso Mexicano, titulada “Explotación de México por conquistadores españoles”, en la cual los blancos al medio de la imagen dialogan y planifican, en un costado inferior izquierdo marcan a fuego a un indígena, contradictorio cuando fue en Europa donde se disputaron espacios de poder con las banderas de la libertad. El cuadro refleja la explotación al otro, reconocerlo solo para mi beneficio (trabajar, hacer caminos y obedecer como se puede apreciar en la pintura de Rivera).
La cantidad de contradicciones y lo vertiginosas que se tornó la sociedad moderna se homologa a una sociedad esquizofrénica, desde la llegada de los Europeos manifestaron su deseo de conquista y explotación territorial de las tierras del “nuevo mundo” citando a Gilles Deleuze y Felix Guatari en su libro “El AntiEdipo”, “no hay maquina deseante que pueda establecerse sin hacer saltar sectores sociales enteros”. Para una sociedad tiene importancia vital la represión del deseo, para lograr que la represión, el avasallamiento y las jerarquías sean deseadas. De esta forma se cataloga la sociedad como esquizofrénica, ya que resulta purista definir qué pertenece a lo racional y qué a lo irracional, puesto que hasta las campañas más dementes son embestidas en nombre del progreso y la razón.
Como latinoamericanos/civilizados/asimilados desde los orígenes de nuestra hibridez nos encontramos bañados en estereotipos, racismo y discriminación. Intentando negar al otro, deshumanizarlo, observando lo negro del cuadro para expulsarlo, sin entender que nosotros mismos tenemos parte y esencia de lo negro, de lo bárbaro.
Resulta difícil interpretar la sociedad como máquina deseante. Debemos comprender la naturaleza de ésta, su formación y funcionamiento, de aquella forma reconoceremos qué es lo que da movilidad a la máquina.
Quizás son estos procesos que nos condicionan cognitivamente a catalogar en la actualidad algunos inmigrantes como “aporte” y otros como “roba trabajos o delincuentes”.