Por: Nicolás Morán Aguirre
Hoy, mientras estaba llenando planillas, contestando correos y revisando resultados SIMCE, pensé en los lugares en los que he trabajado y el contraste entre ellos. Hasta hace poco, siempre ejercí en colegios vulnerables y recordando, me vi a mí mismo de profesor novel, recorriendo de noche, lugares que otros no se atreverían a pisar de día. Actualmente, desde la comodidad de mi escritorio, en el que desarrollo ahora otras labores educativas, ubicado en el llamado sector del “Barrio alto”, donde se erigen comunas que tienen un alto índice de calidad de vida; veo que Santiago es una ciudad que tiene contrastes, a mi juicio, brutales. Ojalá estas diferencias fueran producto de mi “imaginación” o “progresismo”, pero me temo que las estadísticas lo confirman.
Según informes del año 2014, en Las Condes se estima que el 1,4% de la población comunal se encuentra en situación de pobreza, mientras que a nivel regional es de un 11,5% y a nivel nacional 14,4%, y si somos más majaderos, en Vitacura es el 0,1% de la población. En términos simplificados, de 100 personas que viven en dicha comuna, ninguna es pobre. En ingresos, la renta imponible promedio mensual es de aproximadamente $1.300.000 y $1.425.000 respectivamente, cifra que dobla al promedio regional ($633.000) y casi triplica al nacional ($563.000).
Del otro lado de la moneda, tenemos comunas como Lo Espejo y la Pintana. En Lo Espejo, el 21,9% de la población comunal vive en la pobreza, superando con creces el promedio regional (11,5%) e inclusive la nacional (14,4%) y La Pintana no se queda atrás con un 15,2%. El ítem de ingresos, son en promedio $442.000 y $409.000 respectivamente, quedando bastante por debajo de los promedios regional y nacional. Las primeras 2 comunas están en el sector oriente de la capital y las otras 2 están en el sector sur, representando precisamente esta desigualdad con la que partí ¿Coincidencia? No lo creo ¿Imaginación mía? Me encantaría.
Ya con un par de datos en mente, aunque no sean particularmente los más novedosos, podemos desmenuzar un poco más el tema. Sé que nada de lo que expuse es un secreto. Los “cuicos” ganan harto y viven “arriba”; los “pobres” ganan poco y viven en la periferia. Cierto, pero ¿Qué nos dice eso? He ahí la gran interrogante ¿Es natural esta segregación?, está naturalizada, claro que sí, pero no es más que un fenómeno cultural y social. Hay mucha literatura que habla de ello. Un artículo corto y preciso es “Segregación, estructura y composición social del territorio metropolitano en Santiago de Chile” que ilustra muy bien el concepto, sobre todo desde la geografía social, haciendo que nos preguntemos por “la relación entre la estructura del espacio físico y la estructura del espacio social”, como una consecuencia de ciertos procesos socioculturales que, si no nos cuestionamos, se mantendrán.
Elegí esas 4 comunas porque las conozco de cerca y he tenido la oportunidad de ver in situ lo que los datos nos aportan. Son comunas emblemáticas que nos están diciendo algo sobre nuestra idiosincrasia y sobre nuestros patrones culturales, que no estamos mirando desde el cristal correcto. Siguiendo con los datos, podríamos hilar aún más fino, fíjate. Porque no contentos con tener sueldos diametralmente opuestos, en el tema educación, también veremos cómo se distribuye esa desigualdad.
Pregunta de Trivia: ¿Cuánto es el % de colegios particulares pagados en Lo Espejo y La Pintana? Alerta de Spoiler: 0%. Según los informes comunales, su distribución escolar sólo se da entre los colegios municipales y particulares subvencionados, cuyos resultados en el SIMCE, están, ¡oh!, sorpresa, por debajo del promedio nacional y regional. A diferencia de Las Condes y Vitacura en el que los colegios privados ascienden a la no despreciable cifra de 76% y 78,1% respectivamente, y adivinaron, sus puntajes están muy por encima de los promedios regional y nacional.
Insisto, sé que a nadie le sorprenderá esta información, porque es vox populi e incluso podría seguir haciendo comparaciones solo para reforzar un punto que ya ha quedado claro, pero es necesario que precisamente por eso, se ponga especial atención. Cualquier persona con acceso a internet puede hacer el experimento con el área de salud, trabajo, prestaciones monetarias, índice de vulnerabilidad, tasa de delitos violentos, valor de las propiedades y un extenso etcétera, quedando sorprendida ante los aplastantes e intensos datos.
Quedarse indignado no sirve de mucho si no se actúa. Saber que hay pobreza localizada y dormir tranquilo porque no nos afecta, tampoco sirve. El cuestionar los privilegios con los que nacimos es un deber, sobre todo si tenemos la claridad del problema que se viene gestando desde hace tanto tiempo. Las generaciones actuales y las futuras están llamadas a hacer cambios por y para el resto. Sé que es más rico estar en cama, viendo Netflix o escuchando Spotify un sábado mientras llueve, pero hay gente a un par de kilómetros que no tiene ni siquiera un techo o que no ha comido como corresponde. Hay casas donde la madre tiene que arreglárselas para poder sacar adelante a la familia, porque el padre se desentendió de los hijos y los $408.000 promedio se desvanecen entre deudas. Esto sólo en los casos en que sí se llega a percibir dicho monto.
Este es un problema de estructura y como tal, debemos movilizar los esfuerzos en la construcción de un mundo más digno y justo, desde la trinchera en la que nos toque estar y si aun con todos estos datos presentados no les hace sentido la solidaridad social, entonces dejemos las cosas tal cual, porque total, mirar al prójimo parece que no está de moda y comprendo la comodidad que entrega vivir en modo Vidal: “no fue culpa mía, yo estoy bien, mi familia está bien y gracias por todo.”