LA MAQUINITA DE PELUCHES

Por:Matias Cortés

Presuming that all things are equal Who’d want to be men of the people When there’s people like you?

Alex Turner

En primer lugar, es necesario precisar que, con “Maquinita de Peluches”, hago referencia a la maquinaria que se ocupa mediante un joystick para fabricar peluches o regalos, analogía que crea el músico Alex Turner, vocalista de los Arctic Monkeys, para referirse a la repetitiva cultura musical de esos tiempos.

Desde ese entonces hasta la actualidad, atravesando por un resurgimiento del rock a mediados de los 2000, e incluso en las numerosas bandas de Shoegaze e indie que han surgido en Chile, resulta sencillo encontrar sonidos que repiten un mismo patrón. Por otra parte, es posible ver cómo algunas de estas bandas han sido objeto de funas por violencia de género que abarca tanto su dimensión física como psicológica y sexual por parte de algunos de sus miembros. Entonces, tal como la música se ha vuelto repetitiva, es posible ver que las funas, como mecanismo de justicia ciudadana, no son solamente el reflejo de un sistema que ha fracasado de manera tanto jurídica como social y que le otorga ahora a la ciudadanía la potestad de ejercer justicia mediante las redes sociales frente al no entendimiento mutuo de derechos entre los seres humanos.

De este modo, puedo ver cómo nuestra generación (consideren aquí que tengo 23 años) ha sido envuelta en una maquinita, pero no precisamente de peluches aún cuando no todos queremos entrar en ese lugar, pero, lamentablemente, somos víctimas frente a una fuerte presión social que permite que nos moldeen, que nos gusten ciertas cosas, que pensemos lo mismo, que miremos ciertas cosas, que amemos de una sola forma. Se modifica así cada minúscula parte de nuestros cuerpos, quedando en la esencia de algunos solo las ganas de volver a los tiempos de antes, la añoranza, la nostalgia, la rebeldía máxima de quedarse con el vuelto cuando se iba al quiosco a comprar lo que pedía mamá.

Con este diagnóstico es importante recordar que no todo es tan malo la verdad, pese a la imposición de moldes y sus implicancias negativas. Todo aquello aun depende de cada uno, de nuestra voluntad y la determinación que podamos construir en torno al ajustarse a los cánones y formas a las que nos obliga la sociedad en la que nos desenvolvemos. Sin embargo, aquellos que intentamos escapar de la maquinita, terminamos siendo víctimas del rechazo social, la discriminación y otras formas de violencia, por lo que la misma maquinita, al parecer, cumple bien con su labor.

Lo diferente da miedo, da asco, la opinión disidente y elocuente tiene que apagarse para quedar bien y encajar nuevamente en los patrones que determinan lo aceptable y lo inaceptable. Al mismo tiempo, mientras todo ello ocurre, los demás se atrofian y externalizan las culpas con el fin de no hacerse parte ni cargo de un sistema que nos limita a todos en los mismos aspectos. Así, por ejemplo, la salud mental se ha convertido en un problema de falta de gasto público, cuando el tema es absolutamente transversal.

La respuesta natural que he encontrado es el llamado a “traspasar todas las barreras”, lo que suena bastante obvio, pero, ¿qué haces tú para traspasar las tuyas?, ¿y las de los demás? Finalmente, en el centro de esta problemática debemos asumir que, aunque somos un peluche más, dentro de nuestro cuerpo moldeado podemos crear una fisura que le permita a las nuevas generaciones que terminen por romper esas barreras. Por muy utópico que suene, sí creo que el cambio es posible mientras exista un peluche que marque la diferencia y que sea capa de resistir las etiquetas de “malhecho” o “defectuoso”. Siento que el “romper las barreras” va más allá de frasecitas compartidas en redes sociales como Facebook, posteos de Instagram o incluso hacer columnas de opinión; Por el contrario, esto requiere que detengamos el accionador del joystick, el cual podría ser aquello o quienes menos te lo imaginas. Y tú, ¿cómo te hizo la maquinita?