MEDIOAMBIENTE: MENOS LIKES, MÁS ACCIONES

Por: Nicolás Morán.

¿Hace más calor que antes en verano? ¿Llueve menos en invierno? ¿Parece que no existe la primavera o el otoño? ¿Sientes el aire más pesado? Bueno, si has logrado darte cuenta de todo eso, felicidades: estás viviendo los efectos del calentamiento global.

En la atmósfera, la concentración del dióxido de carbono altera la temperatura del planeta porque, al ser transparente a la radiación solar, pasa libremente; sin embargo, absorbe la radiación emitida desde la Tierra, quedando atrapado el calor. Esto es a lo que llaman “efecto invernadero”, ocasiona cambios en las lluvias y aumenta la desertificación, entre otros efectos adversos, como la muerte de la biodiversidad. Algo que propicia esto son los clorofluorcarbonos, sustancias hechas por el ser humano que disminuyen la capa de Ozono, el filtro que impide que nos achicharremos por los rayos ultravioleta.

Otro dato es que casi el 20% de los peces de agua dulce han desaparecido o están en peligro de extinción. Los seres humanos usamos prácticamente todas las regiones costeras del planeta, ensuciando el hábitat de muchas especies.  Además, el agua dulce potable es solamente el 0,008% del agua terrestre. Según datos estadísticos, sólo en áreas urbanas 170 millones de personas no tienen acceso a agua potable, limitando lo que pueden beber, cómo pueden cocinar o lavarse; por otra parte, en el mundo rural la cifra asciende a cerca de 885 millones de personas en estas condiciones. Si sumamos, cerca de mil millones de personas no tienen asegurado el poder tomarse un vaso de agua, poder ducharse o hacerse un plato de comida en condiciones aseguradas.

Lamentablemente, podríamos estar todo el día aportando datos sobre lo escalofriante que se ve el futuro. Ya no son noticia los múltiples problemas medioambientales que hay en el planeta, pero podemos hacer memoria para poder entender cuáles han sido las principales posturas del mundo desde la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro en 1992. En dicha reunión global, se establecieron ciertos parámetros de acción, condensados en la “Agenda 21”, para poder combatir el cambio climático. En dicha instancia participaron 178 países, aproximadamente 400 representantes de organizaciones no gubernamentales y más de 17.000 asistentes a un foro paralelo a la Cumbre, convirtiéndose así en la reunión medioambiental más ambiciosa desde la Conferencia sobre el Medio Humano de 1972 en Suecia (o al menos hasta el Acuerdo de Cambio Climático de París, en el 2015).

En términos prácticos, esta agenda pretende poner énfasis en el desarrollo sustentable, la salud humana como prioridad, el derecho de los niños y niñas a vivir en un ambiente limpio, la lucha contra la deforestación, la protección de las comunidades indígenas, el cuidado de los ecosistemas frágiles, la gestión racional de desechos tóxicos y radioactivos, entre otras. La idea era, precisamente, crear conciencia en los países participantes e instalar medidas de mitigación ante la contaminación que producían. Si bien, muchos se comprometieron a cambiar y a disminuir la contaminación, la verdad es que algunos no se lo han tomado muy en serio. Por ejemplo, Donald Trump, presidente actual de Estados Unidos, sacó a sus país del Acuerdo de París el 2017, afirmando que él fue “elegido para para representar a los ciudadanos de Pittsburgh, no de París.” Sí, tal y como leíste. Pero mucho antes de eso, durante el protocolo de Kyoto, que no entró en vigencia sino hasta el año 2005, Estados Unidos, Japón y la UE eran los mayores emisores de CO2: mientras 178 países ratificaron el comprometerse a disminuir los índices de contaminación, EEUU nunca lo hizo.

Podríamos estar horas y horas hablando de acuerdos, tratados y protocolos a nivel mundial, pero volquemos un poco la vista hacia Chile. En los últimos años hemos visto casos como los de Punta de Choros y Alto Maipo. Hemos tenido el nefasto honor de estar en el ranking de las ciudades más contaminadas del mundo y somos primeros a nivel americano por los índices en Coyhaique, superando a Lima y La Paz. Esto deja de ser un dato alarmante y se convierte en una verdadera preocupación si consideramos la población de cada una de estas ciudades. Como dato viajero, cualquiera que haya estado en esos países debería sentirse preocupado ante esa información, porque no es necesario ser experto, para asegurarles que hay mucha menos población en el sur de país que en las capitales de Perú y Bolivia. Según los censos correspondientes, hay 8,5 millones de habitantes en Lima (2017), 2,7 millones en La Paz (2012) y 58 mil en Coyhaique (2017).

Si somos estrictos, esto es responsabilidad nuestra. Evidentemente no somos dueños de grandes empresas que contaminan los mares, las playas, los bosques y ciudades, pero sí somos responsables de los gobiernos que votamos y, por lo tanto, de los planes estatales en torno al medioambiente. Somos responsables de nuestras acciones individuales y colectivas y, por eso, no todo está perdido porque estamos tomando cartas en el asunto. Infórmate y exígele a la clase política que haga cosas. Manifiéstate cuando sepas de un proyecto que afecte a la biodiversidad o cuando veas que se comete un crimen contra el planeta. Hay numerosas ONGs que están día a día colaborando para disminuir el impacto medioambiental, tales como Cultiva.cl, Fundación Terram, Fundación Basura, Fundación el Árbol, Casa de la Paz, ONG Yo Reciclo, Gaia y Colectivo Vientosur (sólo por mencionar alguas). El llamado entonces es a actuar: puedes acercarte y averiguar qué hacen, también puedes contribuir creando tú un grupo de amigos y amigas que quieran hacer algo o puedes inculcarle a tu familia el respeto por el medioambiente a través de medidas sencillas como recoger la basura, reciclar o el usar responsablemente el agua o la electricidad.

Pero lo más importante, edúcate y muévete: menos likes, más acciones.