Por: Rodrigo Lillo
Las criptomonedas, tan codiciadas como anónimas, generan multimillonarios de la noche a la mañana; pero, estas monedas virtuales y el dinero digital ¿son la próxima revolución? ¿Alguna vez has sentido que te observan las grandes empresas, los bancos, el gobierno?
Fue así que surgió la idea de la creación de las criptomendas (bitcoin) como una forma de volver al preciado anonimato del efectivo, pero utilizando dinero que no fuese impreso por el gobierno, sino que estuviera hecho de códigos creados por ciudadanos de internet y que, además, fuese confiable. Actualmente cualquier persona puede comprar e intercambiar criptomonedas, solo es necesario registrarse con una cuenta e ingresar una tarjeta de crédito; una vez dentro del sistema, se pueden gastar libremente, intercambiar, e incluso minar.
Bitcoins se hizo tan popular, que en el 2017 era tan valioso como los bancos con los que competía. Sin embargo, este método de transacción presenta una particularidad, pues el anonimato permite comprar en pocas transacciones lo que la mayoría de las personas adquieren por este método: productos y servicios ilegales, pues las monedas virtuales presentan problemas para aplicar la ley. Actualmente hay miles de criptomonedas, como Etherum, Litecoin, Ripple, e incluso la famosa Dogecoin, moneda que comenzó como una broma de internet a través de un “meme” y en la actualidad tiene un valor cercano a los US500.000.000 en capital de mercado.
Para comprender las criptomodenas, debemos revisar la primera forma de dinero digital, el Diner´s-Club, que fue la primera tarjeta de crédito y se promovía como el boleto a un nuevo estilo de vida. En los años 60’, sus ejecutivos hablaban de cómo el efectivo no era lo suficientemente moderno y que no se relacionaba con el avance tecnológico de la época. El dinero digital brindaría la liberación de llevar efectivo a todos lados, el cual, en la era de Amazon, Google y Uber, ya no es necesario.
Esta forma de comprar y vender en línea sin estar bajo la observación del Gran Hermano es más difícil de lo que parece. De hecho, es un problema de desconcertó a los informáticos por décadas e, incluso, tuvo un nombre: el problema de los generales bizantinos. Un grupo de generales, cada uno a cargo de una parte de un gran ejército que rodea una ciudad, debe decidir si atacar o retirarse donde, sea cual sea la decisión que tomen, lo más importante es que sea un consenso. Esto resulta difícil, pues los generales no confían entre ellos, así como nosotros no confiamos en los otros cuando estamos en línea. Por ejemplo, un general puede decir que atacará, cuando en realidad planea retirarse y dejar que mueran todos los demás en batalla; entonces, los generales no tenían más opción que pasar sus planes por una autoridad central. Es por esta razón que un sitio como Amazon debe verificar con el banco del comprador si tiene o no dinero suficiente para pagar lo que desea comprar.
El internet fue construido bajo el paradigma de que los usuarios a los cuales estaba dirigido en un principio (tales como como oficiales de gobierno o investigadores de universidades) eran confiables. Sin embargo, la mayoría de lo que hacemos actualmente, es intercambiar cosas de valor, para lo cual se necesitan terceros que verifiquen y almacenen esta información y es así como el internet se llenó de intermediarios y terceros.
Sin una solución al problema de los generales bizantinos, aparece Satoshi Nakamoto, nombre ficticio que designa al creador de las bitcoins, pues no se sabe con certeza quien las inventó. La innovación que generó el bitcoin y todas las criptomonedas que le sucedieron, impulsaron un registro de transacciones tan grandes como las bancarias; sin embargo, ese registro se distribuye en las computadoras de todo el mundo y se actualizan automática y constantemente con cada transacción, esto se llama blackchain.
Satoshi resolvió el problema del efectivo en internet, así como también el problema de la confianza, lo cual llegó en el momento ideal tras la caída de Wall Street y la desconfianza de las personas en sus gobiernos. La sociedad comenzó a utilizar las criptomonedas para invertir, ergo, se convirtió en un mercado de valores.
Este tipo de moneda, también presenta ciertos problemas asociados. Por ejemplo, al ser anónima y no estar vinculada a cuentas de correos, cuando se olvida la clave de registro automáticamente se pierde el dinero que había en ella. También es vulnerable a hackers financieros, ante lo cual no se puede reclamar el dinero, pues no existe ningún ente fiscalizador.
Se podría decir entonces que, si bien la creación de esta tecnología es innovadora, no alcanza los estándares para considerarse revolucionaria (al menos no aún), pero presenta el inicio de nuevos cambios hacia una era completamente digital. Es necesario reflexionar sobre qué tanto se utilizan los principios valóricos y la ética cuando oscuras intenciones son las que inician el interés por las criptomonedas como forma de invertir en el largo plazo (más aún si eso te convierte en millonario), pues bastaría con ser paciente y tener fe en una criptomoneda para que, en una década, multipliques su valor. “Lo único peor que poca gente controle una moneda, es que absolutamente nadie la controle”.