Por Matías Cortés Aguirre
“Contradices toda tu promesa famosa
Con tus armonías rebuscadas y hermosas
Eres un artista y no un guerrillero
Pretendes pelear, ¡y solo eres una mierda buena onda!”
Los Prisioneros – Nunca quedas mal con nadie.
Como bien sabemos, nuestro país está viviendo uno de los períodos más importantes de su historia: el despertar de una sociedad que durante más de 30 años ha sido adormecida y aturdida con el modelo socioeconómico al cual nos hemos visto expuestos. Dicho modelo trajo consigo varias secuelas, comportamientos, patrones y hechos de corrupción, permitido por una constitución confeccionada por quien fuese la mano derecha de un hombre que, si me lo permiten, no vale la pena recordar.
Lo más agradable y real que tiene esta revolución es que fue propiciada por el mismo cansancio, los mismos abusos, los mismos aprovechamientos y las mismas caras y apellidos en los gobiernos y grandes empresas. Esta revolución proviene de la/el chilena/o promedio, quien se levanta temprano para viajar en micro, quien maneja su auto comprado a crédito para ir al trabajo, quien se endeuda comprando comida para su familia y no de quienes creen que la revolución va desde la academia. Como bien dijeron los Fiskales Ad-Hok en su canción Caldo e’ cabeza, “la revolución comienza en la cabeza”, pero no por los conocimientos profundos adquiridos sino por la experiencia de vida, es un llamado del tipo “oye, para un poco la vida, observa y date cuenta que hay cosas que cambiar, reflexiona y acciona”. Es por ello que las instituciones elitistas, o bien, aquellas que llevan más a cabo un desarrollo del pensamiento intelectual, deben darse cuenta que la revolución no fue orquestada por ellas, sino que por la gran mayoría de chilenas/os que revolucionaron sus cabezas, al punto de decir “basta”. Lo que se debería hacer es tomar el ejemplo y tener posición. Las posiciones externas, amarillistas y el cuestionar los efectos de la acción es, incluso, contradictorio. Lo más importante para que todo mejore es la acción perpetuada en una verdadera unión, para así comenzar a construir una sociedad más justa. La acción es y será siempre importante en nuestras vidas, tan así que varias/os la ocupamos, desde nuestras relaciones interpersonales hasta como nos manifestamos frente a esta corriente.
Unirnos es un acto revolucionario, estar juntas/os frente a la represión y el bestialismo de las instituciones que se suponen “velan por la seguridad de las/os ciudadanas/os”, aquellas mismas instituciones que en realidad han sido absolutamente antidemocráticas, así como también lo han sido otros hechos de violencia y cómo el ser humano se comporta luego de vivir enjaulado por más de 30 años. Los saqueos y robos que hemos visto con un claro reflejo del enojo y estrés que ha provocado el sistema neoliberal que, tanto en Chile como en otros países de Latinoamérica, está comenzando a fracasar. Es absolutamente necesario hacer catarsis en nuestras regiones, reclamar lo que más podamos, que ardan nuestras cabezas y que se revolucionen, tal como deberán arder de reflexión las instituciones elitistas que, más de tener un rol protagónico, tienen un rol de soporte y base no solo para nuestra revolución, sino que también serán la base para las nuevas generaciones.