Por: Catalina Potocnjak
Tras algún tiempo desaparecida, durante el que fue buscada de manera intensa por la Policía de investigaciones, el pasado nueve de julio encontraron y detuvieron a Natalia Guerra; quien fuera la madre del bebé asesinado al ser quemado en una hoguera para realizar un ritual de la conocida secta de Colliguay. Este caso fue altamente difundido por los medios de comunicación, debido a lo macabro del mismo. Además, cabe recordar que su líder, Antares de la luz, fue encontrado en Cuzco ahorcado al verse perseguido por las policías de distintos países y negarse a enfrentar la realidad de sus actos. Si bien este es uno de los casos que más se rememora en este momento, no es el único de los últimos años en Chile y así mismo se pueden encontrar muchos más en diversos lugares del país, generalmente rurales.
Una historia más de huidas, muerte y, por sobre todo, dogma. Justamente esto último es lo que genera el principal cuestionamiento de esta columna, ¿cuál es la real fuerza del dogma y qué tan profundos se encuentran sus cimientos? Es necesario cuestionarse aquello y determinar de qué manera promovemos y señalamos el libre examen como uno de nuestros principios de vida; aunque también es necesario observar cómo muchas veces nuestros actos no son coherentes e incluso se llega a convertir el anti dogmatismo en un dogma más, que incluso se transforma en intolerancia. Por eso, y como base del libre examen, es que siempre se debiera cuestionar aquello que afirmamos con vehemencia como “la verdad”: ¿existe una verdad absoluta?
En primer lugar y relacionado con el dogma en sí mismo, cabe mencionar que su definición más sencilla es, según la RAE “Conjunto de creencias de carácter indiscutible y obligado (…)”. Es decir, un elemento relacionado principalmente con verdades absolutas y lineamientos que no se pueden cuestionar por quienes los siguen y/o se rigen por ellos. Otro concepto muy ligado a lo mismo es el de doctrina, considerando ésta como la base de distintas ideologías que pueden ser religiosas, políticas, filosóficas, entre otras. Cabe mencionar sobre esto que el carácter de incuestionable es uno de los aspectos más importantes en cuanto a si se llegara a modificar dicho conjunto de creencias, porque a su vez se estaría cambiando todo el sistema ideológico que sostiene.
Entonces, teniendo en cuenta la definición base de dogma es necesario referirse a cómo esto se puede observar en distintos aspectos de la vida, comenzando por la religión y la ciencia, dos eternos antagonistas que quizás tienen más en común de lo que quisieran. Por un lado, la religión con sus imposiciones acerca de cómo sus seguidores deben vivir y desde donde históricamente se han impuesto modelos sociales y políticos en las distintas culturas. Todo esto, basado en historias espirituales que, si bien podrían ser reales, son más que nada teorías incuestionables sobre elementos que están lejos de poder ser comprobados. Por otro lado, la ciencia con sus afirmaciones acerca de cómo está compuesto el mundo que, si bien se alejan de los conductos morales de las religiones, se han transformado en verdades irrefutables que solamente los científicos (un bajo porcentaje de personas) entienden e imponen. En resumen, se observan dos antagonistas que continuamente disputan el mismo lugar en la sociedad: el de regir las ideas y formas de vivir.
Teniendo en cuenta lo anteriormente mencionado acerca del dogma en la religión y la ciencia, es necesario señalar el cómo los dogmas no solo se presentan de manera tan explícita, sino que también se pueden observar en otros pequeños momentos de nuestro desarrollo como personas. Por ejemplo, en los deportes cuando los fanáticos de determinados equipos de fútbol se enfrascan en discusiones y llegan incluso a menoscabar a otras personas solo por el hecho de pertenecer a equipos contrarios: ¿realmente una persona es menos y se merece ser insultada solo por ser de otro equipo de fútbol? Este caso bastante cotidiano es totalmente extrapolable a todos los dogmas y de hecho, la pregunta más bien debiera ser: ¿realmente una persona es menos persona y se merece ser insultada solo por pensar distinto? Esta situación no solo se presenta en el fútbol, sino que también en otras disputas —principalmente políticas— como, por ejemplo, las que utilizan la tradición de manera falaz para defender ideas misóginas acerca del rol histórico de la mujer.
Finalmente y comenzando la conclusión de este escrito reflexivo, es inevitable la relación del dogma con sus distintas expresiones que, tal como se ha mencionado anteriormente, pueden ir desde la cotidianidad de una conversación sobre la mujer o incluso chistes hasta su máxima expresión en las llamadas sectas. Estas organizaciones responden a la búsqueda continua de pertenencia que tienen las personas y desde ahí es que imponen su dogma, muchas veces asociado a un líder que representa algún tipo de deidad o algún símil en la Tierra. De esta manera, se va desarrollando una dinámica en la que el abuso de poder es tópico y llega a superar los límites de lo aceptable como en la secta de Colliguay, en la que incluso llegaron a asesinar a un bebé ¿Qué queda ante esta reflexión? Queda la idea de que es necesario cuestionarse todo y cada uno de nuestros principios y situaciones que nos rodean. Es necesario luchar contra el dogma en la praxis y no solo quedarnos en el discurso sobre aquello; el dogma no está tan lejos como muchas veces creemos, nos acecha en cada una de nuestras acciones y para combatirlo es necesario no quedarnos en la zona de confort, sino que buscar siempre el examen para la libertad.