Uno de los terrenos más golpeados por esta crisis sanitaria es la economía mundial, esto es innegable: empresas quebradas, gente sin empleo, endeudamiento y sobre todo hambre, cuya persistencia puede estar condicionada e indexada por los otros aspectos dados anteriormente y han transformado el confinamiento en una gran fuente de incertidumbre, miedo y ansiedad por el futuro post-pandemia.
Los gobiernos mundiales han levantado diversas medidas para minimizar este clima. Nuestro país ha optado como entregar cajas de alimentos para el 70% del 40% más vulnerable, créditos para PYMES, ingreso familiar de emergencia con bastantes restricciones, una ley- a la cual se han acogido, en su mayoría, empresas o filiales -grandes- y otras acciones que dan a entender que quizás el esfuerzo fiscal que está realizando el ejecutivo es insuficiente para alcanzar a contrarrestar el hambre, reactivar la economía y dar más garantías a las/os trabajador/es.
El día de ayer se conoció que el IMACEC de abril bajo un 14,1% respecto a abril del año pasado [1], en contraste, la indignación social aumenta no solo por el hambre, sino que también porque las oportunidades siguen entregándose sesgadamente. En definitiva, se ha hecho el esfuerzo, pero no los necesarios, ya que el costo social, epidemiológico, económico y emocional se lo llevan las/os empleadas/os, con una pérdida de sus ahorros, de sus sueldos e incluso arriesgando sus vidas y la de sus familias saliendo de su hogar: “No tengo de otra, tengo que salir a trabajar, sino morimos del bicho, morimos de hambre”- dice con desesperación la gente.
¿Cómo superar la situación post-crisis en materia económica? El programa mundial de alimentos prevé que la hambruna en el mundo aumentará el doble luego de la crisis [2]. El poco conocimiento de nuestro gobierno sobre su pueblo es reflejado en la indolencia que tiene al pensar y implementar las medidas que toma y, no sólo el poder ejecutivo; también cierto sector de la sociedad, sin importar el color político, tanto en la creación de alternativas para mejorar la calidad de vida de la gente durante la crisis y la visibilización de esta esta, como en la posición de algunas personas con las problemáticas actuales (por ejemplo: la violencia de género).
Si buscamos la definición de indolencia, damos con: “persona que no se conmueve ante el dolor de otros individuos e inclusive de aquellos que forman su propio seno familiar” [3]. Nuestra sociedad pareciera cuadrar con esta definición, ya que hasta en estos últimos acontecimientos se ha visto de esa manera, tal vez no explícitamente, pero sí en la actitud pasiva y normalizada de las situaciones de injusticia de los últimos años.
Es más, es gracias a la pasividad que se genera la normalización, las personas se habían auto-convencido de que las cosas seguirán igual, ya sea porque veían muy complejo un cambio o las posibles represalias que tendría el accionar ante la injusticia.
Siempre he creído que tenemos todas las facultades de cumplir lo que queremos y actuar por nuestras convicciones, pero gracias al letargo en el que estábamos y el aprovechamiento de las personas que tienen todo a su favor o poseen una cuota de poder, nos terminaron atrofiando y nos hacen sentir débiles. Creo que es la principal razón por la que el gobierno nos ha ofrecido opciones tan mediocres hasta ahora, de frente al conflicto que estamos viviendo. Independiente que hubo una revuelta, porque ellos han abusado de la cuota de poder que tienen, haciendo ver que ellos son el estado, cuando el estado somos todas/os. Práctica que hemos sufrido en nuestras familias, con nuestras/os hermanas/os, amigas/os, u otras/os ciudadanas/os.
Vuelvo a un punto enunciado anteriormente, desde la discusión socio-política de nuestra realidad, qué posición deberíamos tomar en relación a temas de género y su vulnerabilidad. Si bien es cierto, la normalización se ha roto con el levantamiento de la gente este último tiempo y que provocarán un cambio estructural importante, no debemos dejar de lado que será un proceso complicado por el factor de resistencia al cambio. Sin embargo, debemos mantener nuestras convicciones y nuestras acciones, teniendo siempre en cuenta el bien común.
Deben tomarse medidas más radicales, como: reducción del IVA (si bien es cierto, el ejecutivo perdería un margen en sus ingresos, este impuesto no es tan relevante como, por ejemplo, el impuesto a la renta), mayores aperturas de requisitos para los bonos del gobierno (con el fin de abarcar la mayor cantidad de gente que lo necesite, sobre todo adultos mayores), ingresos garantizados para las/os más vulnerables, cotización de carácter público a mayoristas para reducir el costo por caja de alimentos (la empresa mayorista con la que compraron los productos para el mes de mayo fue una comercializadora de origen argentino) , la ayuda debe extenderse por lo menos durante 3 meses, créditos a PYMES a tasa 0% y postergación del pago del CAE. Estas propuestas que, si bien es cierto, a cualquiera se le pueden ocurrir, el gobierno difícilmente las adoptará, avivando la flama social que se ha gestado desde décadas y que reventó el año pasado.
Debemos empezar a vislumbrar qué haremos en el futuro y, en este sentido, es interesante la idea de los economistas Landais, Saez y Zucman [4] la que consiste en la propuesta de un impuesto a la riqueza para el 1% más rico de la población y así ayudar a solventar los costos de la pandemia.
Luego de la crisis sanitaria se hace urgente una reestructuración al fisco, tanto en materia de políticas de extensión a los impuestos, como también mejores herramientas de fiscalización y, en específico, para detener la elusión tributaria.
Es pertinente acá revisar la intervención del ministro Briones en la comisión de Hacienda: “Lo que sucede a nivel del presupuesto nacional, no es diferente a lo que sucede en el presupuesto de las familias”. Nos dice eso, sin embargo, paradójicamente, el costo lo cargan las mismas familias chilenas, se endeudan mucho más, arriesgando sus ahorros y seguros de cesantía.
En conclusión, se hace urgente recurrir al “colchón financiero” o endeudarse en este contexto, ya que la situación fiscal de Chile es buena en relación a otros países y, finalmente, por qué no, el 0,1% más rico del país podría pagar un impuesto, concentran un mínimo de un 19,1% de los ingresos del país, un esfuerzo proporcional a la riqueza. Estas son algunas medidas para por lo menos, amortiguar el contexto complejo que se nos viene, el gobierno tendrá que dejar los principios de la indolencia, conocer a su pueblo y adoptar todas las recomendaciones de expertos, ya que son medidas que podrían salvar vidas.