Sobre la pandemia y el estado actual de la opinión pública

Un año y tres meses de Pandemia.

Ese es el tiempo que ha transcurrido desde el inicio de la Pandemia y las consecuencias a nuestras libertades, a nuestros estados síquicos, emocionales e incluso económicos son visibles a simple vista.

La pandemia es una amenaza a la Salud de cualquier persona, es un virus que cualquiera puede contagiarse y donde cualquiera, eventualmente, puede sufrir graves daños a su salud e incluso perder la vida; que duda cabe. Sin embargo, en el discurso de los medios de comunicación, en las redes sociales y más importante aún: en el discurso de la calle, se observa que existe una especie de relato único, una suerte de verdad absoluta, un relato de la pandemia que la mayoría repite sin cesar y sin aparentemente pensar lo que se esta diciendo.

“Hay que endurecer las sanciones para los infractores”, “la culpa es de la gente que no cumple siempre las medidas”, “el chileno igual es porfiado”, “la única forma de que la gente cumpla es con multas”, “hay que meter presos a los que no usan mascarilla”, “no debieron haber dado el permiso de vacaciones”, “deberían dar un solo permiso por semana”.

Estas son algunas de las frases que hemos escuchado repetidamente durante toda la Pandemia. Que las autoridades hablen de esta forma es parte del juego de la autoridad y de la lógica vertical de la que ellos forman parte. Pero lo que alerta es que la misma ciudadanía pida permanentemente más represión y más restricciones a las libertades. En algunos casos ha asumido una actitud derechamente de soplonaje; denunciando, por ejemplo, a personas que se reúnen a comer en una casa y que posteriormente son detenidos y mostrados en los medios de comunicación en horario estelar al nivel de grandes criminales, esposados, rodeados de cámaras, con una ciudadanía enardecida pidiendo las penas del infierno y ojalá cárcel (y si sufren dentro de la cárcel: mejor). Sindicados casi como los únicos responsables de los problemas de la Patria.

Esto es claramente una exageración de la realidad
¿O quizá no lo es tanto?

Sin duda aquellos que incumplen las medidas sanitarias deben ser sancionados y para ellos existen cuerpos legales que lo hacen. Es más, dichos reglamentos han sido modificados para aumentar penas, como es el caso del Articulo 318 del Código Penal. El punto no es que no se sancione y que haya impunidad a quienes no cumplen las medidas, al contrario: sí, debe existir una sanción.

Para bien o para mal, se parte de la base de que las limitaciones a las libertades (de circulación, de reunión, de trabajo, etc.) son medidas incómodas para todas y todos y que se ceden esas libertades de forma momentánea, en pos de un bien mayor, el cual supuestamente sería la Salud y la Vida.

Hasta ahí estamos perfecto.

El conflicto surge en el momento en que la ciudadanía parece asumir una postura dogmática donde se ven soluciones solo pidiendo a gritos más castigos, más limitaciones al movimiento, reducir los aforos, más multas. Se transforma así la Opinión Pública casi en una barra brava, en una muchedumbre furiosa que solo pide la hoguera para los “culpables”; que no piensa, sino que solicita acción; que exige crucificar a “alguien”. Tristemente sabemos como han terminado estos estados de opinión autoritarios en el pasado.

Esto ha traído como consecuencia, que sumemos nuevas víctimas a la Pandemia. La primera víctima fue La Libertad de Expresión, pues se sanciona con censura a quienes plantean visiones alternativas en su calidad de “desinformadores que atentarían contra la verdad”, verdad que es dictaminada precisamente por ellos desde el establishment. Esto además de burdo es falso, pues si a la autoridad realmente le interesara la Salud y la Verdad Informativa, hubiese cerrado las Termoeléctricas como la de Puchuncaví o hubiese promovido la creación de medios de comunicación fuera del Duopolio, u otras medidas que sabemos no han pasado.

Otra víctima ha sido el Sentido Común y la Racionalidad, pues se actúa solo en base a emociones. Se pide cerrar las ciudades sin pensar en las personas que tienen que trabajar y viven al día, se piden castigos severos para personas que simplemente salieron a caminar o trabajar, se persigue más activamente a los transgresores de las normativas sanitarias que a los narcos o delincuentes.

La Economía también ha sido afectada, pues se ha limitado el derecho a trabajar de las personas, esto en base a una supuesta protección de la salud mediante cuarentenas que han prohibido funcionar a gran cantidad de rubros, en base a una definición arbitraria de los que es esencial y lo que no. Cuarentenas además que según los números no sirven pues no han disminuido los casos necesariamente. La comuna de Los Ángeles, con más de dos meses de Cuarentena a la fecha de redacción de esta columna, es un triste ejemplo de esta realidad.

Quizá la más importante de todas las pérdidas que hemos tenido ha sido la pérdida de los Derechos Civiles. De la noche a la mañana, sin debate público (pues no habían posturas disonantes en los medios) en medio de un clima de “verdad única” se limitó la libertad de tránsito, la de reunión, la de información, el derecho al trabajo, etc. Muchos de estos derechos que son inherentes al Ser Humano, han sido entregados como si nada y sin
debate público; debate que si ha ocurrido en otros países de Europa o acá cerca en Argentina, donde sí existe diversidad de posturas en los medios sobre el manejo de la pandemia y donde sí se ha criticado o al menos puesto atención a las libertades perdidas y se ha preguntado sobre si realmente existen estudios científicos que avalen o rechacen la tesis de las cuarentenas y los toques de queda.

Es por ello que como consecuencia de este estado de opinión de “muchedumbre enardecida” y de “verdad única”, sumado a una clase política corrupta y populista estamos caminando por un sendero que nos llevaría solo a empeorar la situación. Quizá cuando pedimos más sanciones y más represión, estamos también limitando, sin saberlo: nuestras propias libertades, perdiendo autonomía como individuos, entregándonos a las decisiones de un liderazgo político que solo busca complacer a esa masa iracunda que ve soluciones en más y más restricciones y, por tanto, en menos y menos libertades para la Ciudadanía.

Es en definitiva un Estado de Opinión Pública de verdad única, donde hay soplonaje y denuncias anónimas, donde hay buenos y malos, donde se solicita más “mano dura”, donde las personas perdemos libertad, donde se nubla por ende el diálogo y se entregan más facultades a los organismos represivos del Estado.

¿No les recuerda un poco a una época pasada de la Historia de Chile?

Es una exageración … ¿o no lo es tanto?