CUERPOS QUE IMPORTAN

Hace un tiempo, el diario “La Tercera” publicó un reportaje titulado “La lucha gorda”, consistente en un conjunto de entrevistas a personas ligadas al denominado “activismo gordo” y que buscaba evidenciar cómo en virtud de los estereotipos impuestos en nuestra sociedad , se invisibiliza y se excluye al “cuerpo gordo” y a todas aquellas “corporalidades no hegemónicas”, que trae como consecuencia un conjunto de prácticas violentas, y vulneratorias de derechos fundamentales. Sin embargo, este reportaje no fue objeto de “críticas”, sino más bien de un conjunto de mofas e insultos por parte de los usuarios. Mofas con nula relación al tema de fondo. Bastante conocido es el video del canal de YouTube “críticas qls”, en el que su conductor “César”, “analizó” el reportaje descargando una serie de descalificativos , burlas e insultos, sin capacidad argumentativa. Muchos de estos insultos se realizaban bajo el fundamento de que el activismo gordo estaba “romantizando el sobrepeso” y que sus consignas podrían constituir un peligro para la “salud pública”.

Puede ser efectivo el hecho de que la obesidad es un problema de salud qué puede constituirse como un caldo de cultivo para el nacimiento de otras patologías más graves, como  hipertensión, diabetes y alteraciones cardiovasculares. Sin embargo, la inspección del cuerpo por parte de nuestra sociedad no es realmente a título del cuidado de la salud individual, sino que determinado por un componente mucho más complejo. ¿Qué hace que la mera materialidad corporal sea constitutivo de una serie de significaciones culturales? ¿Qué relación existe entre la obesidad -como un problema de salud- con el hecho de que las personas con sobrepeso sean víctimas de bullying en el colegio? ¿Qué relación tiene la salud individual con realizar aquella deplorable práctica -inconstitucional por cierto- de solicitar el acompañamiento de fotografías en un currículum vitae? Si nos preocupamos por la salud de una persona, ¿por qué la tratamos de “guatona culiá” o “gordo de mierda“?  ¿Cuando rechazamos a una persona “gorda” lo hacemos porque problematizamos su salud?

Esto ocurre porque, en términos de Judith Butler, el cuerpo se define como una exterioridad constitutiva. Una especie de ontología material. No se sufre de gordura sino que se es  gordo. Existe un “ser” detrás del cuerpo. El cuerpo, culturalmente, nos define en cuanto a sustancia. Somos el cuerpo. Y como el cuerpo nos define en cuánto a ser, nace una serie de consecuencias catastróficas para las personas con cuerpos no hegemonicos.

Tal como nos enseña Michel Foucaulten El orden del discurso podemos encontrar dinámicas discursivas de exclusión. Estos discursos de exclusión no se constituyen únicamente como meras prohibiciones, sino como un principio de separación y rechazo. El cuerpo gordo no es únicamente una materialidad patológica, sino que un conjunto de significaciones culturales que exceden el ámbito de la salud. El cuerpo gordo es concebido no únicamente como un cuerpo patológico, sino como un cuerpo feo, indeseable,  incluso repulsivo. Aquellas significaciones sociales traen aparejadas un conjunto de prácticas de rechazo. Aquí es donde nace el bullying, la inaccesibilidad a ciertos puestos de trabajo y la violencia. En resumidas cuentas , la gordofobia.

No debemos detenernos ahí. Siguiendo nuevamente en la senda de Foucault, las dinámicas discursivas pueden tener componentes de exclusión y rechazo. Sin embargo, en cuanto a las relaciones de poder, la dinámicas pueden ser variadas. El poder disciplinario es un poder intangible, microfísico, que no se encuentra radicado en algún órgano o institución en particular , sino que está diseminado hasta en las más pequeñas prácticas sociales. La vigilancia e inspección del cuerpo no radica únicamente en la mirada del médico en un centro hospitalario. La inspección del cuerpo está diseminada en todas las relaciones sociales. El cuerpo es inspeccionado en la calle, en la escuela, en las reuniones sociales o familiares, etc.; y entre más disciplinario es un poder, más individualuzados están las personas sujetas a aquel. Está más individualizada la loca que la cuerda, la gorda que flaca, etc.

La inspección del cuerpo y la vigilancia constante de nuestra sociedad nos hace cambiar nuestra propia conducta. Para no ser rechazados o desvalorizados por la sociedad, realizamos dietas y vamos al gimnasio. Aquella vigilancia disciplinaria nos vuelve aún más funcionales al poder. Son las denominadas “técnicas del yo”. No tenemos un cuerpo fitness necesariamente por una preocupación por nuestra salud, sino que para no sufrir los embates y el castigo de la sociedad por no tener un cuerpo acorde a la norma. Por tanto, el cuerpo normado se transforma en una producción del poder. Entre menos cintura, entre menos grasa abdominal o una mayor masa muscular tengamos, más aceptados y valorizados seremos por nuestra sociedad. La salud cardiovascular se transforma para nosotros/as en un elemento accidental totalmente prescindible, porque -siendo honestos intelectualmente- se puede tener un cuerpo delgado y sufrir muchísimos problemas de salud. Inclusive, en algunas ocasiones, el cuerpo gordo está determinado por factores más allá de la propia voluntad del sujeto, como los factores hormonales, emocionales e incluso de clases, ya que el acceso a dietas y planes de entrenamiento requieren un sacrificio pecuniario que no todxs pueden realizar.

Afortunadamente, últimamente se han creado diversos movimientos que pretenden abolir las relaciones de poder que sujetan los cuerpos a la inspección y vigilancia de nuestra sociedad. Notables son los postulados del denominado feminismo gordo y de la activista Laura Contrera, que velan por una abolición de la policía de los cuerpos y la geografía de la carne , para dar paso a una ética de la “autonomía de los cuerpos”.

La única propiedad privada realmente legítima es la que ejercemos sobre nuestros propios cuerpos y nadie la puede expropiar. Somos más que nuestra materialidad corporal. El cuerpo no nos puede definir ni limitar nuestro desarrollo personal. Cómo plantea Judith Butler , la categoría de los cuerpos habla más sobre las propias categorías, que sobre los cuerpos mismos.

Una vez que abandonemos los estereotipos y desahuciemos a la policía de los cuerpos, no solamente los cuerpos serán todos importantes sino que también radicalmente increíbles.